Lourdes Gómez / A Santiago apóstol, cuya fiesta se celebra cada 25 de julio, se le atribuyen incontables intervenciones milagrosas en batallas. La primera aparición de este santo en una batalla se produjo, según la tradición, en Clavijo (La Rioja), en el año 844, ayudando al rey Ramiro I de Asturias. Sin embargo, los expertos consideran que el hecho no es real, porque fue recogido por escrito mucho tiempo después de que ocurriera, a partir del siglo XIII. Ese hecho dio origen a esa frase tan empleada por los españoles que lucharon en la Reconquista y en la conquista de América: ¡Santiago y cierra España! Cronistas como Bernal Díaz del Castillo no dudan en asegurar que Santiago auxilió a los castellanos en la conquista de México bajo las órdenes del extremeño Hernán Cortés. En concreto, autores como Francisco López de Gomara citan su aparición en enfrentamientos como la matanza del Templo Mayor de Tenochtitlán en 1520 o la contienda que propició que los chichimecas se convirtieran al cristianismo; dicha batalla tuvo lugar, precisamente, el 25 de julio de 1531, cuando describen la aparición de Santiago a caballo y el surgimiento de una cruz luminosa en el cielo. Otro extremeño, Pedro de Valdivia, vivió igualmente un episodio fascinante relacionado con el apóstol durante la conquista de Chile. Según cuenta Pedro Mariño de Lobera, cuando los indígenas tenían prácticamente ganada la batalla a los españoles, repentinamente abandonaron la lucha. Ante un hecho tan insólito, los castellanos interrogaron a algunos enemigos, quienes les aseguraron que “vieron venir por el aire un cristiano en un caballo blanco con la espada en la mano desenvainada, amenazando al bando índico, y haciendo tan grande estrago en él, tanto que se quedaron todos pasmados y despavoridos; dejando caer las armas de las manos no fueron señores de sí, ni tuvieron sentido para otra cosa más de dar a huir desatinados sin ver por dónde (…)”. Los de Pedro de Valdivia dieron por hecho que se trataba de Santiago “mataindios” y en honor a esta intervención divina bautizaron a aquel enclave como Santiago de Chile.