El fenómeno de los ensotanados, con fuerte influencia en distintos puntos de Extremadura en comparación con otras regiones, alude a la aparición de seres de entre dos, tres y hasta cuatro metros de altura, vistiendo una especie de sotana larga y oscura, caminando, o mejor dicho, deslizándose, lenta y pausadamente, y, a menudo, con las extremidades inferiores y el rostro sin definir, translúcido. Aunque parezca increíble, se han registrado estas apariciones en enclaves extremeños como Garganta la Olla, Vegas de Coria, Mirabel o Saucedilla. Y en la puerta del camposanto de Caminomorisco sucedió uno de los casos más llamativos que he podido reflejar en mi cuaderno de campo. Es destacable el hecho de que esté protagonizado por niños. Ellos suelen vivir este tipo de sucesos porque, según los expertos, son más permeables a esta clase de experiencias. Diversos estudiosos afirman que, hasta los 7 años, los menores no están contaminados por la lógica de los adultos y su mente está mucho más abierta a encontrarse con lo desconocido. Con todo, también hay que tener en cuenta que muchos fraudes, o simplemente, fantasías o malas interpretaciones, son, también, a menudo protagonizadas por infantes.
Cuando tuvo lugar el suceso que nos disponemos a relatar, el testigo, Roberto, tenía alrededor de 10 años. Un día, expone, acompañó al cementerio de la localidad, Caminomorisco, a un amigo que quería rezar por un familiar fallecido. “Al salir nos dimos la vuelta porque le dije: ‘Oye, ¿Hemos cerrado la puerta?’, y me dijo: ‘pues creo que no’. Y al darnos la vuelta fue cuando nos quedamos sin palabras, porque vimos como a una figura, como a un hombre vestido de oscuro”. Estaba de espaldas, frente a la puerta del cementerio y era inusualmente alto, altísimo, recuerda. En la mano derecha tenía como una especie de bola o de objeto redondo. “Desde donde yo estaba no te puedo decir exactamente qué era, solo sé que era redondo. Y nos quedamos, pues eso, como mirando 10 o 15 segundos, una cosa altísima, que la puerta puede medir 2 metros y llegaba hasta casi el final”. Y aquella figura parecía vestir, según explica, una especie de hábito o sotana, si bien en ningún momento pensaron en el sacerdote del pueblo porque en esos instantes, precisamente, estaba celebrándose misa y por la altura inusitada. “Y a esto que ya nos quedamos mirando, no sabíamos qué hacer, porque claro, nos dio muchísimo miedo, y cogió la puerta con la mano izquierda y la cerró. Nosotros la habíamos quedado abierta, y la cerró, pegó un portazo fortísimo, que nos asustó. Y nosotros salimos a correr”, asegura.
Mientras su amigo rezaba, Roberto había estado recorriendo todo el camposanto y no se había cruzado con nadie; no entiende, explica, cómo en cuestión de segundos alguien pudo haber llegado hasta allí, y menos con esas características. Cuando llegaron al pueblo contaron lo ocurrido y un grupo de vecinos subió hasta el lugar en busca de respuestas, pero no las hallaron.
Otro caso impactante fue el del denominado “Duende tiznao”, que al parecer se dejó ver por poblaciones como Nuñomoral o Ladrillar a comienzos del siglo XX. Era un ser ensotanado, con sombrero de copa y su aparición parecía coincidir con algún infortunio en la zona. De este personaje se habló, también, en ese famoso Primer Congreso de Hurdanófilos en Plasencia. Según los expertos, se trata de un mito pastoril relacionado con la formación de las tormentas.
Y hablando de extraños personajes, también sobrevive la creencia en las Hurdes en la “Genti de Muerti”, unos jinetes a caballo, hombre y mujer, que se han presentado algunas veces en la comarca, según los informantes, y que, al ser preguntados por quiénes eran, han respondido: “¡Somos gente de muerte! ¡Gente de muerte!”. Se han tenido, desde entonces, como anuncio del fallecimiento de algún vecino.
El ensotanado blanco
Aunque la mayoría de casos de ensotanados se identifiquen con personajes de color oscuro, también he podido recoger en Las Hurdes casos de ensotanados blancos. Uno de los testigos cuenta cómo en una carretera de la zona se topó “como con un mantón, una cosa con un mantón, como si fuera blanco, pero una imagen que desaparece repentinamente. Que la he visto así por el lado pero desaparece”. Añade, además, que se trataba de un ser translúcido, alto y como de dos metros. Afirma que recuerda el punto exacto de la aparición porque una vez atropelló a un jabalí en ese lugar. Al día siguiente, en dicho punto, pudo observar a la entidad. “Lo llamé porque creía que era una persona, pero desapareció. Y a un chico que ha muerto ya, a ese se le ha apareció varias veces”, asegura. Como suele ocurrir, los conmocionados testigos tratan de interpretar la visión desde el punto de vista de sus propias creencias. “Es que he visto un Cristo, como una especie de Santón”, me decía. Relacionar alguna aparición blanca con un Cristo no es un caso aislado; en líneas generales, las apariciones religiosas –al contrario que el negro, que se asocia con el maligno y con lo ignorado-, según los episodios registrados, tienden a presentar una luminosidad blanca, túnicas o ropajes del mismo tono o incluso la asociación con animales de este color. Es el caso, por ejemplo, de San Antonio en otros enclaves de la comarca, un tema que vamos a abordar seguidamente.
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