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El ovni que mató a Nicolás Sánchez: luces agresivas

Por Lourdes Gómez / El caso de Nicolás Sánchez Martín es uno de los más conocidos en cuanto a OVNIS agresivos, es decir, Objetos Volantes No Identificados que muestran un carácter hostil y causan heridas físicas o psíquicas en los testigos, que, en algunos casos, han fallecido poco tiempo después de su desconcertante y peligroso encuentro.

El 21 octubre de 1917 Nicolás Sánchez Martín, de Cambroncino, volvía del mercado de Ahigal de vender unos cerdos. Iba acompañado de otras dos hurdanas, las hermanas María Iglesias y Pepa Iglesias, cuando se encontraron con un espanto de los que hablaban tantos vecinos; con una de esas luces que parecían no ser de este mundo pero que, sin embargo, estaban viendo justo a la altura del río, muy cerca de Rivera Oveja. Ante la presencia de aquella luminaria extraña flotando por encima de las aguas, las hermanas encontraron más prudente pernoctar donde se encontraban que atravesar el río y toparse de frente con lo desconocido; pero Nicolás, lejos de amilanarse, continuó el camino a lomos de su mula y pertrechado con un machete.

Cuando Nicolás Sánchez se disponía a cruzar el río, la luminaria salió a su encuentro, esperándole en la otra orilla. Llegando a las inmediaciones del lucerillo y viendo que este se interponía en su camino, afirman los conocedores más antiguos de la historia que el testigo echó mano de la valentía y le gritó: “¡O te apartas o te aparto!”. En aquel instante la luz se levantó de golpe y se deslizó entre las patas de la caballería. Asustado el animal y asustado el testigo, volaron más que corrieron hasta llegar a Cambroncino.

Al pueblo no arribó un hombre sano y valiente que volvía de vender unos cerdos en Ahigal, sino una persona asustada y enferma. Nicolás estuvo en cama durante varios días. Médicos de algunas poblaciones cercanas trataron de librarle de las fiebres, los delirios y la bronconeumonía, según reflejó en acta el médico rural Víctor Hoyos, enfermedad que le llevó a la tumba una semana después de su encuentro con la misteriosa luz, a los 39 años de edad. Fue el gran investigador Juan José Benítez quien en su obra La Quinta Columna se ocupó de este caso. Benítez entrevistó a numerosos testigos y familiares que todavía recordaban la historia y, además, localizó el acta de defunción de Nicolás Sánchez Martín.

Curiosamente, a unos 300 kilómetros del sitio en el que Nicolás tuvo el encuentro y en las mismas fechas, otras luces se veían al calor de las apariciones de Fátima. ¿Un fenómeno diferente con distintas consecuencias? ¿O las mismas luminarias interpretadas, en cada caso, según la mentalidad del testigo? No lo sabemos. Lo único cierto es el nefasto final de Nicolás Sánchez tras su encuentro con el espanto, un encuentro que le convirtió en el célebre “mártir de Cambroncino”.

Existen otros episodios en la comarca que hacen referencia a situaciones de pánico o incluso muertes asociadas a sucesos extraños. En esta línea podemos encuadrar al denominado “Duende de Ladrillar”, nombre que alude a unos hechos que tuvieron lugar en febrero de 1907 en esta localidad hurdana. El caso fue abordado en el Primer Congreso de Hurdanófilos, que tuvo lugar en Plasencia a mediados de junio de 1908. En las actas de este encuentro se narraron algunos hechos insólitos que reflejaremos en la obra, entre ellos este, el de la aparición de una especie de “descomunal cuervo cuyo graznido revoloteó noches enteras sobre las chozas del caserío de Ladrillar”, aunque otros hablan de que cobraba forma humana. Le denominaban “el duende” y tenía asustada, decían, a toda la población. El párroco Isaac Gutiérrez tuvo que intervenir, asegurando a los vecinos que él mismo había acabado con la vida de aquel monstruo. Por las mismas fechas, exponen algunas, falleció en la localidad una niña de cinco años que, dicen, pasó a mejor vida tras los sustos y desmayos provocados por aquel duende que, poco después, desapareció sin dejar rastro.

No se debe olvidar que hay quien dice, en la actualidad, que esa niña nunca existió y se dan, igualmente, testimonios de personas que afirman que el “Duende de Ladrillar” era un vecino que se disfrazaba para asustar a los que tenían que salir a regar el huerto en plena noche. De esta manera, el asustador disponía de más agua en el seco verano extremeño, regando sus predios a capricho.

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